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VOCES SIN ECO


El domingo 20 de diciembre de 2015 se celebraron elecciones en España, esa misma noche los resultados confirmaron la gran división del electorado que ya se adivinaba, y si bien el Partido Popular (PP) ganó la mayoría de los escaños (123), en tanto que el PSOE quedaba en segundo, reducido a solo 90 diputados, surgieron dos partidos de nuevo cuño que se robaron la elección: PODEMOS que se llevó 69 y CIUDADANOS 40 diputados cada uno.
Aquella noche fue una pesadilla para el PP y para el PSOE, pues la hegemonía de que disfrutaban se acabó, ahora para formar gobierno o se unen entre ellos o dependen de PODEMOS. El papel histórico que cumplieron en el pasado ahora parece irrelevante a una juventud que votó y que los rechazó a la par. Por eso Pablo Iglesias, el carismático líder de PODEMOS en la noche de ese 20 de diciembre tomó la palabra ante cientos de sus juveniles seguidores y pronunció un discurso lleno de ecos. Su voz penetró en cada uno de los presentes mientras mencionaba a su tío abuelo muerto en la guerra española, "..aquel hombre dejó un legado de amor y no de revancha" dijo el joven dirigente.
Pablo Iglesias recordó con su voz a la voz de los héroes anónimos: abuelos, enfermeros, profesoras, policías, empleados, abogados de oficio, pequeños empresarios que cumplen sus tareas con pasión y entrega absoluta, dijo “..la revolución no está en las banderas” sino en los ciudadanos anónimos y puso entonces su voz al servicio de la voz de Rafael del riego, la voz de Torrijos, la voz de Joaquín Costa, la voz de las mujeres luchando por el voto de las mujeres, de Clara Campoamor, de Dolores Ibarruri, de Valle Inclán, de los poetas Miguel Hernández, de Federico García Lorca, de Machado y de Alberti, en fin su voz fue eco de quienes lucharon por España y que en ese momento, por ese acto su memoria los acompañaba.
El discurso de Pablo Iglesias hablando por los ausentes, por los españoles del ayer y del presente, fue una emotiva convocatoria con voz afiebrada ante un público de jóvenes, fue un discurso de voces y de ecos, ecos vivos, emocionados, atentos, de conversos, de héroes cívicos anónimos, pero también de muchos con nombre y apellido, partisanos que durante días prepararon las elecciones, hicieron propaganda, lucharon por su partido naciente y lograron dividir a España en dos: una la del PP y del PSOE que ya están en franca retirada y otra, de una juventud que va camino a un futuro definitivamente incierto, pero libremente elegido por ellos al grito de “Sí se puede” y "Pablo Presidente". 
Bien por España donde las voces tienen ecos de vida y de esperanza, pero al mismo tiempo que la celebramos, tenemos que voltear con tristeza y dolor ante nuestra cruel realidad: En México las voces de nuestros líderes son voces muertas, sin ecos vitales, no existe un pueblo que escuche con devoción ni al Presidente, ni a los dirigentes de los partidos, ni al líder de ninguna organización civil, los discursos que escuchamos a diario son horribles, miserablemente feos y vacuos, pero por ello son dignos de una clase política que apesta, y eso en el mejor de los casos. 
¿Qué eco puede despertar la voz de Ricardo Anaya, el dirigente- locutor del PAN? Partido que fue formado por jóvenes y valientes ciudadanos en una época de intolerancia, que pugnaron en solitario por la Democracia, el federalismo y la justicia, pero que al correr del tiempo aquel partido de idealistas emputeció, al extremo de que ahora es una prostituta que chanclea por los callejones de nuestra política, dispuesta a entregarse sin decoro alguno a cualquiera que le prometa alguna utilidad, por insignificante que sea. 
¿O el PRI, cuyo dirigente es un acomodaticio y un desvergonzado gatillero al servicio del capo prista en turno? ¿Qué eco puede despertar el Presidente de la República cuya esposa tiene más carácter para defender su mal habida fortuna, que su esposo en defender su dudosa honestidad? 
Ningún eco despierta el PRD o el títere que se afirma como su dirigente, y que solo es otro rehén de los “chuchos”, enriquecidos con la patente de ese partido político. Ni siquiera Andrés Manuel López Obrador despierta ecos de fe limpia, pues ahora es otro afortunado concesionario de otro partido rabón. Morena es el apéndice de López Obrador quien con una tómbola elige a sus candidatos, demostrando con ello el profundo desprecio que siente por la democracia y la política, la que cuando es verdadera, es lúcida renovación y no grillete. López Obrador solo cree en él mismo y en nadie más, y eso es precisamente la cada opuesta de una postura política regeneradora.
Los ecos en España van por el “Sí” al cambio y a la renovación, en México solo esperamos que las cosas sigan igual o no mucho peor que como están. Al “Si se puede” lo enterramos en el 2000, desde entonces los mexicanos vegetamos abatidos por nuestras miserias e infortunios, sin tener ni siquiera idea de cómo escapar a ellos y los ecos que escuchamos, son los de nuestras propias desilusiones, fracasos, tragedias e impotencia.

Por Antonio Limón López.
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