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EL JUEGO DE TSIPRAS

Nada hay como a practicar un juego donde no puedas perder y tus contrincantes no puedan ganar. Por fortuna eso es imposible en el futbol, en el beisbol, en la natación, en la lucha, y en todos los deportes. Esa inseguridad en los resultados finales, crea un estado de incertidumbre, y gracias a ella existen los juegos olímpicos, los torneos nacionales e internacionales de todas las disciplinas deportivas, que son seguidos por millones de personas cada fin de semana. 
El espíritu deportivo existe porque en las competencias cualquier cosa puede pasar, el débil puede vencer al fuerte, y también por fortuna, esa incertidumbre deportiva existe en la política, por eso en esta se habla de “ganar”, “perder”, “reglas”, “árbitros”, “competencias”, e incluso de “jugadores”. Se puede decir sin faltar a la verdad que no existe palabra de origen deportivo que sea inaplicable a la política. Por principio y a final de cuentas, la política como cualquier “juego” encierra la posibilidad de triunfar o de ser derrotado. 
Sin embargo todas las teorías del juego y de la competencia están siendo pisoteadas por el Primer Ministro de Grecia, Sr. Alexis Tsipras, originario de la tierra que inventó la máxima competencia deportiva: las olimpiadas y a la sazón, el primer pueblo que tuvo conciencia de la Política, y que incluso acuñó este nombre y lo cinceló en la memoria de la humanidad para siempre. 
Dicen además que el reino de la política es el reino de la ironía, donde lo que se niega es lo que se practica y lo que se detesta es lo que se tiene, por ello el que sea un griego, el Sr. Alexis Tsipras, quien ponga en crisis al espíritu deportivo y a la política parece una lógica y predecible burla de la historia, una paradoja, una extraña ironía. 
Si, Tsipras ha desafiado al orden económico mundial, dando un fuerte golpe a la Unión Europea, al negarse a honrar sus obligaciones finacieras y al conducir a su país a una mora de consecuencias impredecibles. Tsipras aguantó las recomendaciones que los expertos en finanzas le armaron, un programa de austeridad para que su país pudiera escapar a las presiones internacionales y vegetara entre los países sometidos al yugo de los modernos tratados de Versalles. 
Pero Tsipras eludió a sus adversarios entre los que destacan el Presidente de Francia François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, para ello le bastó un quiebre de cintura, que es la envidia del mismo Messi y los potentados se fueron de bruces. Tsipras les informó que todo lo que le habían indicado y sugerido lo llevaría ante los griegos, para que en un referéndum decidieran apoyar las medidas u oponerse a ellas, con eso los dejó con un palmo en las narices, o para ser claros, con una patada en la parte donde la espalda se arremolina. 
¿Cuáles son las consecuencias de esta jugada? Jugada que dejó en manos del pueblo griego la decisión de su propio futuro y que votó por el “no”, es decir que mandó al diablo a las propuestas de salvamento, por lo que Grecia "deberá atenerse a las consecuencias de su desacato". Sin embargo, los timoratos burgueses de las bancas internacionales y los bloferos jefes de estado quedaron atrapados con sus cartas frente a un jugador de poker político, que inexperto en las finanzas, pero ducho en las artes del juego político, los despojó hasta de los pantalones en la primer jugada. 
La razón es sencilla, la Unión Europea no puede sancionar gravemente a Grecia, porque la moneda de Grecia es la moneda de la Unión Europea, el Euro, de manera que pegarle a Grecia es darse de golpes en la propia cara. Tsipras sabe esto y decidió jugar a ganar dejando en manos de los financieros y políticos de Europa y el resto del mundo una verdadera papa ardiente, y piadosamente les ofreció para refrescarse de la quemada un vaso de leche hirviendo, con lo cual los agresores ya no hallan como pedirle perdón. Tsipras juega a ganar porque no puede perder y sus adversarios, que ya se dieron cuenta de la trampa, se retuercen ofreciéndole en este momento lo que antes le negaron, porque saben que no le pueden ganar. 

Por Antonio Limón López 

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