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LA ESENCIA DE LA REVOLUCION MEXICANA

El primero de febrero la revista Nexos publicó una entrevista al historiador británico Alan Knight, quien escribió hace casi 30 años “La Revolución mexicana. Del Porfiriato al nuevo régimen constitucional” (FCE 1986) y que visitó a nuestro país para presentar los dos volúmenes de “Repensar la Revolución mexicana” (El Colegio de México, 2013), que contienen 23 ensayos escritos entre 1984 y 2010 y del cual Knight es autor del prólogo y de la antología.
Las credenciales de Alan Knigt son intachables: es doctor en historia por el Nuffield College de Oxford, Inglaterra; ha sido profesor en la Universidad de Oxford, donde también fue director del Centro de Estudios Latinoamericanos y con su libro sobre la revolución mexicana ganó los premios Albert Beveridge, otorgado por la Asociación Histórica Americana, y el galardón de la Conferencia sobre Historia Americana. En 2010 el gobierno mexicano le otorgó la Orden del Águila Azteca, y en 2012 recibió el doctorado honoris causa por la Universidad Veracruzana.
Durante la entrevista el maestro e investigador británico coincidió con Tannenbaum en cuanto califica a la revolución como un movimiento agrario, que se inicia con el reclamo democrático de Madero pero que se transforma durante el proceso revolucionario en un reclamo ideológico y social, donde finalmente el triunfador ideológico fue Plutarco Elías Calles, según expresa Knight: 
"Para mí, tras revisar todo el conjunto de la revolución, creo que en cierto sentido la visión callista fue la que tuvo más éxito en el largo plazo. Madero fracasó y terminó en tragedia; los zapatistas sí tuvieron algunos logros con la reforma agraria, pero tuvieron que aceptar la autoridad de un Estado que no estaba en su preferencia, y el cardenismo tuvo muchos éxitos pero también muchos fracasos, y después, en los años cuarenta, generó rechazo. Pero el callismo, es decir, la formación de un Estado fuerte, con un partido hegemónico y mucho énfasis en la educación y en la formación de los mexicanos, considero que tuvo éxito aun después del destierro de Calles"
Para el británico fueron las injusticias en la zona rural de México lo que impulsó una revolución modelo que terminó hasta los años cuarenta. No es de extrañar que con semejante interpretación los gobiernos priistas se hubieran volcado en honores a este “historiador” que le enmendó la plana a nuestra revolución, asimilando en ella a todas las facciones como piezas de una gran obra cuyo colofón es el callismo, el partido único, el PNR-PRM-PRI, el monopolio de la ideología del Estado, todo como suprema aspiración de un pueblo que generosamente fue a una gran guerra intestina en busca de justicia.
¿Pero cuánto de verdad existe en esta linda historia? Pues poco o muy, muy poco. Lo cierto es que la revolución mexicana, como todos los acontecimientos de México desde 1821 es obra de Estados Unidos de América y de nadie más. No es una casualidad que tanto Francisco Villa, como Carranza y Obregón vistieran como “rangers”, o que descaradamente vistieran los uniformes que sus amos norteamericanos les proporcionaran para hacer la revolución a su gusto.
No es de extrañar que Madero se refugiara en El Paso, Texas, con sus patrones los norteamericanos malquistados con Porfirio Díaz porque ratificó las concesiones petroleras que había entregado en su mayor parte a los ingleses y solo en una mínima proporción a los norteamericanos. Eso fue lo que originó la revolución mexicana y no la sarta de estupideces ideológicas y sociales a que se refiere Mr. Knight. 
Es cierto, a Madero le importaba la democracia, pero a nadie más en México, por eso era un personaje cómico y nadie lo tomaba en serio, pero ocurrió que los norteamericanos decidieron utilizarlo como punta de lanza del movimiento que derrocaría a Porfirio Díaz e impondría a un presidente monigote que les diera las concesiones petroleras y ese monigote, creyeron los norteamericanos, que era el Sr. Madero. 
Los norteamericanos apoyaron todos los movimientos contra Porfirio Díaz, apoyaron a Madero dejándolo ingresar a El Paso para evitar su detención y apoyaron en California a los magonistas para que se armaran y atacaran al gobierno de Díaz en Baja California, armaron y apertrecharon a todos los “revolucionarios” del tipo que fuera, pero en cuanto Porfirio Díaz renunció y Madero se consolidó como el triunfador metieron a la cárcel a Ricardo Flores Magón, simplemente ya no lo necesitaban, alegando que violaba la “ley de neutralidad” (!).
Madero tampoco hizo caso de los reclamos norteamericanos consistentes en revocar las concesiones petroleras a los ingleses y otorgarlas a los norteamericanos, simplemente ignoró el asunto y eso ocasionó que le armaran una asonada golpista y lo asesinaran para llevar a la presidencia a Huerta, que tampoco les otorgó las concesiones petroleras y entonces le armaron otra “revolución” con sus lacayos Venustiano Carranza, Villa y Obregón. Zapata no estaba invitado pero él si obraba por su cuenta, por eso no alcanzó ni uniformes, ni armamento.
Los norteamericanos se hartaron de las matanzas sin razón que practicaba Francisco Villa y le dieron una gran cantidad de balas sin pólvora y entonces, Obregón lo derrotó sin mayor problema en Celaya, solo perdió un brazo. Las cosas hubieran terminado de maravilla para Carranza, pero los norteamericanos se cansaron y llegó la primer guerra mundial, así que en 1917 Estados Unidos entró a la gran guerra y dejó a los mexicanos a su suerte, cosa que aprovechó el multiasesino de Alvaro Obregón quien dio muerte a traición, conforme a su costumbre, a Francisco Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, habría terminado matando a medio México, pero por fortuna le dieron una sopa de su propio chocolate y León Toral lo envió al infierno mientras comía rodeado de leperos en “La Bombilla”.
Así el pelele Plutarco Elías Calles se quedó con la presidencia, puso fin a la matanza de cristeros (era otra estrategia de del difuntito Obregón) por orden de los norteamericanos, que le ordenaron además creara “un partido en el cual metiera a todos los generales y les repartiera la riqueza nacional para contentarlos y pusiera a dedo a todos los presidentes”. Plutarco Elías Calles acató la voz del amo y fundó al Partido Nacional Revolucionario (nombre a imitación del "Partido Nacional" Socialista de los Trabajadores de Adolfo Hitler), impuso a cuatro peleles: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L Rodríguez y Lázaro Cárdenas del Río. 
Pero los norteamericanos se cansaron de las tropelías de Abelardo L Rodríguez, que era un ciudadano norteamericano de Arizona y que atrajo a Calles por dos razones, porque era un excelente beisbolista y porque era un mafioso. En México encabezaba a la mafia norteamericana con casinos y destilerías de licor para exportar a Estados Unidos durante la prohibición, estos eran en realidad negocios de Plutarco Elías Calles por lo que los norteamericanos convencieron a Lázaro Cárdenas de que expulsara a Calles y que ellos lo apoyarían, así Calles terminó desterrado y con él su imperio mafioso. Cárdenas revocó todas las concesiones y permiso de casino y expropió los casinos de juego, para que el socialista Calles no recibiera ni un centavo. 
Los norteamericanos aprovecharon al lacayo para que este expropiara el petróleo y creara una nacional, para que esta fuera en realidad proveedora exclusiva de Estados Unidos de América a precio reducido y controlado por los norteamericanos y Cárdenas, obvio, así lo hizo. 
Esta es la verdadera historia de México y no el montón de mentiras que nos cuentan estos “historiadores” multipremiados que le dan a nuestra revolución el carácter de movimiento popular, cuando solo fue obra de nuestros poderosos vecinos para apropiarse de nuestro petróleo.

Por Antonio Limón López

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