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Libros, libros, libros.




“El amor al libro es signo característico de buen gusto y de alta cultura, más para amarlo y poderlo estimar es preciso conocerlo” con esta estimulante frase inició Don Juan B. Iguíniz a escribir “El Libro”, hay que decir que Don Juan sabía de lo que hablaba, pues fue Subdirector de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, Argentina, allá en los años 40 del siglo pasado, esa fue la edad de oro del libro impreso, fue también la edad de oro de los diarios y revistas impresos y nadie a mediados del siglo veinte imaginaba siquiera, que algún día hubiera otra forma de hacer libros que prescindiera del papel.

Don Juan, que dedicó toda su vida al libro, como vehículo del saber y como objeto precioso al alcance de cualquiera, no vislumbró que el genio que se atesoraba en los libros de física, química y electrónica e incluso también en los de ciencia ficción, se liberaría para convertir en realidad el sueño de visionarios finiseculares, que lo imaginaron distinto a como era y que al poco tiempo, con la nueva ingeniería, reinventaron al libro, sí al libro,  aquel objeto al que Johannes Gutenberg dio vida en 1450, pero que nació impreso en tablillas de arcilla, hace 7,500 años, o incluso mucho antes, cuando un hombre primitivo talló en el hueso de una mandíbula, un antiguo horóscopo describiendo al cielo que se abría ante su mirada inteligente, pero al mismo tiempo ignorante.

Ahora un centenar de grandes empresas se disputan por imponerse en el mercado de libros electrónicos, denominados de otras tantas maneras, incluso las casas editoriales ofrecen en sus fondos una amplia cantidad de estos libros, pero no todo es lucro: El  Poyecto Gutenberg, es el pionero en la publicación de libros en formato digital y lo hace de manera gratuita, publicando libros cuyos derechos de autor han caducado. No podemos dejar de recordar a la generosa  Wikipedia que es una enciclopedia digital. Tan grande es la impronta del libro electrónico, que incluso la Enciclopedia Británica anunció que su edición del 2012 será la última edición impresa, para navegar en lo sucesivo en "La nube".

La era digital, ha traído enormes beneficios a la humanidad, gracias a ella nuestros hijos leen más que nunca, aunque lo que leen son sus páginas de Facebook, comparten también más información que nunca, pero esta es superficial, y la formación de su criterio depende más del maestro en la escuela, que del libro, el cual tiende a convertirse en un prescindible, pues para cada clase se puede encontrar un video en Youtube o los apuntes del maestro “subidos” a algún blog y esto solo en el mejor de los casos. En la universidad la crisis lectora de libros es igual, la biblioteca solo se utiliza para estudiar, hacer tareas escolares o para leer revistas, no para leer por el placer de hacerlo o para cultivarse, es cierto que los libros de texto son conservados por los universitarios, pero esto se debe a que son instrumentos de trabajo. En suma, nuestros universitarios tienden al modelo del especialista profesional y desde hace tiempo, se alejaron del modelo del universitario culto, precisamente "universal".

Este escenario parece terrible, sin embargo, ahora se venden más libros que nunca antes, pues si bien el libro de papel enfrenta su némesis digital, la minoría culta tiende a crecer, en un país como México en los cuarenta una edición exitosa era de un tiraje de 6 mil ejemplares, lo normal era de 2 mil, ahora algunos tirajes superan los 100 mil, si bien el porcentaje de lectores habituales es ridículamente bajo, apenas un 5 % de la población nacional, esto es superior al de cualquier época del siglo XX y representa un mundo de 6 millones 500 mil lectores, dotados de poder adquisitivo y bien dispuestos a dejarse seducir por uno o por varios libros al mes.

Desde hace algunos años leo sobre el “negro porvenir de los libros de papel”, de que el libro desaparecerá para ser substituido por libros electrónicos y confieso que cuando viajo a Estados Unidos y veo en las salas de espera de vuelos a la clase media norteamericana, portando y leyendo apasionadamente sus libros electrónicos, siento que las apocalípticas profecías se cumplen ya en la sociedad norteamericana. Cuando “tuiteo” me encuentro frecuentes artículos que hablan de la muerte del libro, ante la computadora o ante los libros electrónicos, pero ahí mismo encuentro devotos de los libros como a Roger Michelena @Libreros que a diario insisten en divulgar las novedades librescas, que revisan los fondos de todas las editoriales, que luchan en sus países incluso contra leyes absurdas que en el ánimo de uniformar a la sociedad, intentan reducirla al analfabetismo funcional y entonces comprendo que precisamente en la adversidad, el libro seguirá existiendo.

Es falso que el proceso de adaptación del libro a la nueva realidad tecnológica, implique que los libros escritos en el pasado se pierdan en la desmemoria por falta de nuevas ediciones impresas, es falso, pues si bien cada año se pierden libros valiosísimos por falta de nuevas reediciones este mal es de siempre, ¿Dónde están todos los libros extraordinarios que publicó “Jus” a mediados del siglo XX?. Al contrario, la posibilidad de que no se sigan perdiendo más libros, está en la tecnología electrónica, actualmente los editores solicitan el manuscrito en formato electrónico Word o PDF, esto para publicarse tanto en edición impresa como digital, por lo que es seguro que por este medio se podrán conservar por tiempo indefinidio todas las nuevas obras y las del pasado que se digitalicen. Hay que tener presente que nuestro mundo y nuestro sistema solar planetario son muy jovenes y con ellos, nosotros apenas empezamos a escribir.

¿Qué defectos veo en el libro de papel? En primer lugar el alto costo para su publicación, por el trabajo que implica, esto se traduce en que muchas editoriales prefieran publicar a autores reconocidos y por ende más rentables que a operas primas y a autores noveles; En segundo lugar, la pobre duración del papel, aún del mejor, el papel de algodón con un mínimo de substancias acidas, tiene un elevado costo, al extremo que es incosteable para la industria de los libros y aun así, su vida no supera los 300 años en condiciones de uso y almacenajes normales; En tercer lugar y esto como consecuencia de lo anterior, la dificultad de contar con una biblioteca apropiada en casa o en la oficina, esto es muy duro para quienes insistimos en conservar nuestros libros, pues existen enemigos mortales para el libro, como la humedad, el sol, los insectos, los hongos, el fuego y sobre todo, el espacio limitado de nuestros hogares y oficinas.

Sin embargo tiene dos ventajas insuperables, la primera es que es muy agradable leer sobre el papel, es difícil leer con gusto un libro en las pantallas de las computadoras e incluso en los libros electrónicos, pues el paso del sol a la sombra implica perdida en la apreciación del contraste, el tamaño del artilugio, pero podemos jurarlo, esta dificultad técnica con el tiempo será superada; La otra ventaja del libro de papel es que en sí mismo es una delicia, la textura del papel, su natural contraste con la tinta, el olor de ambos, despiertan el erotismo intelectual con solo verlo y claro que cuando uno recuerda un libro amado, lo recuerda por su contenido pero también por su belleza física, por su tamaño, por su color, por su arte, por sus pastas, por su lomo, por sus hojas voluptuosas.

En fin, ¿Cuál es el futuro del libro? La respuesta es que seguirán existiendo los libros de papel, con toda su esplendorosa belleza, seguiremos comprándolos y atesorándolos hasta que, por la finitud de sus materiales, nos abandonen, seguramente el libro de papel del mañana será mejor confeccionado, más durable y más económico que el actual, pues será para un público que lo elegirá frente a la opción dominante que será el libro digital. También es un hecho que el libro electrónico será aceptado como libro auténtico, que suplirá al mercado que no pueda cubrir el costo del libro de papel, que dará oportunidad a los nuevos escritores, que subsistirá en memorias digitales eternas logrando que el libro se despoje de su actual cuerpo mortal y viva eternamente.

Imagino que en el futuro cercano, compraremos libros de papel con una memoria digital incorporada en una de sus pastas, para descargarlos si así lo queremos a cualquiera de nuestros aparatos electrónicos, porque el libro, en sí el libro, puede ser de papel, digital o estar impreso en tablillas de arcilla y al mismo tiempo, estar escrito en el alfabeto griego, latino, cuneiforme o Braile, o en bytes, eso no importa, la parte esencial del libro y de las letras, reside en que son el medio personal y universal de transmisión de nuestros sueños, ideas, pasiones y vivencias reales o imaginarias, algo que es así desde que los hombres tallaron sobre huesos de mandíbulas, o tablillas o pintaron en las rocas sus pasiones. Al libro debemos conocerlo -como sugería don Juan B. Iguíniz- pero ahora también debemos "reconocerlo", cualquiera que sea su forma y su apariencia.

Por Antonio Limón López

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